07 Sep Causa o signo (P. Sanchis)
Cada x tiempo, vuelve a resurgir en los foros astrológicos el debate sobre las estrellas fijas, si es conveniente usarlas en la práctica astrológica. Pero el tema de fondo en realidad no es estrellas sí o no, sino si planetas, constelaciones y estrellas son causas o signos.
Es un tema que Morín aborda en el libro XXI (ver mi traducción del mismo, publicada por Gracentro), pues era una cuestión prioritaria para los antiguos astrólogos. Vemos lo que dice Morín:
«Así pues, causa per se es la que produce un efecto por sí misma. Y esto lo hace o por su propia virtud –como el Sol que ilumina la Tierra-, o por virtud ajena, como el aspecto del planeta que ciertamente actúa por sí mismo, pero lo hace por la virtud del planeta del que mana dicho aspecto, como se dice en el capítulo 9, sec. 2. Pero el signo “sensible” es el que se manifiesta al sentido físico y además aporta algo que, no siendo evidente para el sentido, tiene que ser comprendido por la inteligencia. Como una hiedra colgada que resulta algo visible para el sentido y además denota que hay venta de vino en el almacén, según la costumbre de la gente.
Pero la razón formal del signo no consiste en que se manifieste al sentido (pues la finalidad del signo no es la de ser una señal de sí mismo), sino en el hecho de que, más allá de sí mismo, revela a la inteligencia algo desconocido al sentido. Eso es lo que se llama “signo”.
¿Cuál es la diferencia? La causa, evidentemente, es la que produce un efecto. El signo es una señal que asociamos con ese efecto, pero que no es su origen. Usando el ejemplo del libro XXI, si uno pone a la entrada de su casa, según la costumbre de la época, una hiedra para indicar que allí se vende vino, todos los transeúntes entenderán que pueden comprar vino en esa casa, pero la hiedra no ha sido la causa ni el origen de la bebida.
Para usar un ejemplo más moderno: si estoy en una estación y veo que el tren de Málaga llega todos los días a las 13 horas, cuando las manecillas del reloj están en la posición correspondiente, la causa de ello sería el señor que elaboró ese horario; el signo sería el reloj de la estación. Puedo saber que el tren está a punto de llegar mirando ese reloj, pero no el reloj no hace venir al tren. Ahora bien, ambos están sincronizados sobre el mismo concepto: el tiempo, y por eso viendo llegar al tren sé que son las 13 horas en el reloj, o mirando el reloj sé que está a punto de llegar el tren. La relación entre las dos cosas no es directa, pero sí tienen ambos conexión con una tercera común y anterior a ellas: el factor tiempo.
Morín era muy aristotélico y por eso para él planetas y signos eran causas. Si nos remontamos en el tiempo, Plotino en cambio dice claramente que son signos:
“En nuestra opinión los astros son letras escritas constantemente en el cielo, o quizá mejor letras ya escritas y que se mueven; entre otras cosas, expresan una verdadera significación.”
“Y ocurre así (en el universo) lo que vemos en el ser animado, donde se puede conocer una parte deduciéndola de otra. En el hombre, por ejemplo, se llega al conocimiento del carácter mirando a los ojos o a otra parte cualquiera de su cuerpo; y esto nos lleva a descubrir los peligros que le acechan y la posibilidad de preservarse de ellos. Partes son ésas del hombre, y parte somos nosotros también del universo; otros seres tienen asimismo sus partes.”
Continúa Plotino: “Todo está lleno de signos y el sabio conoce una cosa por los indicios que recibe de otra. Para todos está claro el conocimiento de lo que es habitual; así se comprende que, en el vuelo de los pájaros o en otros animales encontremos un fundamento para nuestras predicciones. Porque conviene que todas las cosas dependan unas de otras, y, como se ha dicho, hay – un acuerdo total, no sólo en el individuo tomado particularmente, sino con mucha más razón y primordialmente el universo.»
Como vemos, Plotino aboga por un universo significativo del que todos formaríamos parte. Por lo tanto, una parte del universo (el hombre) puede conocerse a sí mismo mirando a la otra parte (los astros), pero eso es así porque ambos pertenecen al mismo ente.
Por otra parte, parece lógico que si los significadores astrológicos (planetas, signos, estrellas) son causas, lo serán tanto los planetas como los signos del zodiaco como las estrellas. Porque, evidentemente, estamos hablando de luz y si la astrología fuera una ciencia física, tendría que ver con la luz (física o simbólica). Pero si esos significadores son signos, lo serán todos, pues no tendría lógica que la luz de las estrellas nos afectara, pero no la de los planetas o constelaciones.
Una vez tenemos esto claro, hay varias ideas que apuntar:
1-Los antiguos hablaban de «signos» del zodiaco. ¿Por qué usaron la palabra «signo» salvo para decir lo que querían decir?
2-Las constelaciones que atribuimos a los signos zodiacales son arbitrarias. No hay en el cielo 12 franjas exactas de estrellas con 30 grados cada una. Y, aunque las hubiera, sería complicado entender cómo la energía de esa luz cambia de forma tan drástica cuando llega al límite del signo zodiacal.
3-Por la precesión de los equinoccios los signos zodiacales y las constelaciones ya no encajan. Cuando decimos que uno ha nacido con el Sol en Aries, en realidad su Sol estaba en la constelación de Piscis. Los signos zodiacales no tienen nada que ver con las constelaciones: empiezan en el equinoccio de marzo y son un ciclo terrestre.
4-Algunos dirán que la astrología védica sigue usando las constelaciones celestes, y es cierto, pero entonces tenemos un problema aún mayor: o los Aries de hoy son en realidad tiernos Piscis y no nos habíamos enterado (creíamos que eran un poco bordes, pero va y resulta que son dulces y cariñosos. ¡Y nosotros sin saberlo!); o lo que hace la astrología védica hace en realidad es usar posiciones, relaciones de orden. Porque los pronósticos que hace son sobre todo por la relación de las casas entre ellas. En cualquier campo con doce partes, sea el que sea, siempre se crearán relaciones parecidas entre las distintas partes según su orden y posición.
5-Si los astrólogos tropicales no usamos las constelaciones zodiacales reales sino los ciclos astronómicos solares (que son los que originan los signos del zodiaco), ¿qué motivos tendríamos para pensar que unas estrellas no influyen para nada (las de las constelaciones) y otras sí nos afectan físicamente (las estrellas fijas). ¿Acaso no son todas cuerpos fijos luminosos?
6-La astrología que usamos es completamente simbólica, pues cuando decimos que nuestro Saturno en direcciones primarias está en trígono al Sol radical, en realidad, en el mundo físico, ni Saturno ni el Sol están allí. No hay luz alguna en ese sitio de ninguno de los dos. En el fondo, lo que estamos haciendo es considerar relaciones geométricas significativas.
7-Cuando hablamos de «luz» debemos recordar que la luz física (como la luz del sol) es la manifestación externa, pero que la luz es algo interno y externo, y anterior al Sol u otras estrellas. No soy muy de citar la biblia, pero recordemos que según ella Dios creó primero la luz, antes que el sol. Podemos pensar que los hombres antiguos eran tontos y no se habían dado cuenta de que la luz venía del sol, o que, simplemente, para ellos la luz era anterior y estaba en el origen del mundo. No creo que haya que tomar ningún texto sagrado como una ley universal, pero sí describen cómo era la mentalidad de los hombres que los escribieron.
8-Y si nos situamos en el contexto de esos hombres antiguos, las estrellas fijas eran para ellos indicadores temporales (como en el ejemplo del reloj). Pongo aquí un pasaje del Calendario de Córdoba o Liber Regius, del siglo X:
Enero: Enero, cuya regla es uno, de 31 días, es de Tierra. Su signo es Capricornio. Tiene 2 mansiones y una tercera parte de otra. La primera es Fortuna Decollans , la segunda Fortuna Deglutiens y una tercera parte de Fortuna Fortunarum. Pertenece a la estación invernal. Su naturaleza es fría y húmeda, semejante al Agua. En este mes predomina la flema y en la comida, bebida, vestimenta, movimiento, reposo o vivienda hay que recurrir sobre todo a las cosas solubles, calientes y suaves para estos humores. Este mes conviene a los individuos jóvenes de naturaleza caliente, pero es contrario para los ancianos que tienen una naturaleza fría y húmeda.
- III A Calendas de enero: Circuncisión del Señor. Este día tiene 9 horas y media. Su noche tiene 14 horas y media. Cae el crepúsculo pasada una hora y una séptima parte de una hora de la noche. La aurora amanece cuando queda otro tanto de la noche. Este mes tiene una Luna de 30 días. Entonces cambia el decemnovenale
- B IIII antes de las nonas. Octavas de San Esteban. El ascenso del Sol en el círculo meridiano es de 29 grados y dos tercios de un grado y la sombra de toda estatura al mediodía es igual a un cuerpo y tres cuartas partes de un cuerpo.
- XI C III antes de las nonas. Octavas de San Juan.
- D. II antes de las nonas. Octavas de los Inocentes. Entonces empieza el naw’ de Brachium que según unos dura 5 noches, según otros 3. Es en consecuencia el primer naw’ del León. A sus lluvias las llaman primaverales. Decían que ésta nunca, o casi nunca, engañaba -y por eso los antiguos la alababan- aunque no lloviera en todo el año. En Arabia, como con esta lluvia reverdece toda la superficie de la tierra, germina el junco que llaman “zamarrilla”. Al ponerse Brachium amanece su opuesta, Regio, al amanecer.
Todo el calendario es así: habla de periodos de tiempo y los define por la constelación (Capricornio) y por el orto de las estrellas como Brachium (Al-Dirā‘). Puede parecer una perogrullada, pero si los efectos que describían atribuyéndolos a Capricornio no venían de la constelación de Capricornio, sino del periodo de tiempo (solsticio de diciembre y décima franja-signo a partir del equinoccio de marzo), ¿por qué lo que atribuía a la estrella sí viene de la estrella? ¿No sería más lógico que usaran la estrella como indicador temporal igual que la constelación? Entonces los efectos atribuidos a Al-Dirā‘ no pertenecerían a l-Dirā‘ , sino al periodo de tiempo (unas dos semanas después del solsticio). Y eso sería una observación local, propia de la zona para la que se hizo dicha observación.
De ser así, ni constelación ni estrellas fijas tendrían mayor interés, sino los periodos de tiempo que en realidad designaban. Y estos se medirían por los equinoccios y solsticios, nada más.
Canals, a 7 de septiembre de 2017
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