23 Sep Dime a quién odias y te diré quién eres (P. Sanchis)
Cuando empiezas a hacer sinastrías (cartas comparadas entre personas), te das pronto cuenta de varias cosas. Una de ellas, es que hay miles de millones de personas en el mundo, pero tú conoces apenas unos centenares. O menos, si eres un bicho raro como una servidora. Definamos esto de «conocer»: no es ver a alguien en la escalera y saludarlo, sino tener la suficiente interacción como para que esa persona influya en tu calidad de vida. El que quiera ver datos, puede comprobarlo aquí.
Resulta que tu círculo cotidiano está formado por unas 15 o 30 personas. A ello habría que añadir la gente del trabajo. Un profesor, por ejemplo, se relaciona con mucha gente, pero gente de paso. Su núcleo social es más reducido.
Si estudiamos nuestro entorno en periodos largos, vemos que el número de aquellos que realmente tienen influencia sobre nuestra vida, condicionando nuestros actos, es limitado. Dentro de este grupo se pueden incluir a los familiares, parejas y amigos, pero también a los enemigos. A veces un adversario condiciona mucho más la existencia de uno que un amigo. He visto a gente obsesionada por competir con las personas que detestan: publicar antes un libro (incluso a costa de perjudicar a sus amigos), comprarse un coche más grande, crear conflictos en asociaciones, etc.
Y ahora viene la pregunta: Si hay tantos millones de personas en la vida, ¿por qué has elegido endulzar la tuya o amargarla por ESA persona en concreto?
Miremos esta imagen de un puzzle: vemos que las piezas encajan, pero no cualquier pieza en cualquier sitio. Todos sabemos que hay piezas que no puedes poner aquí o allí.
Montaigne decía de su amigo: «Si on me presse de dire pourquoi je l’aimais, je sens que cela ne peut s’exprimer qu’en répondant : «Parce que c’était lui, parce que c’était moi.» Es decir: amas (u odias) al otro porque es una pieza de puzzle que encaja contigo: él es él y tú eres tú, y encajáis. No es casualidad de que entre tantos millones de personas sea precisamente ésa la que forma parte de tu vida para bien o para mal: lo elegiste tú porque eres como eres. Solemos buscar causas, motivos externos (» me hizo tal o cual cosa»), pero el único motivo real es la esencia de cada uno.
Uno puede sentirse confuso ante esa afirmación, sobre todo si es una persona maltratada por otra, pero hay que pensar en la figura del puzzle: el contacto que une ambas piezas puede ser por un saliente del otro o por un entrante. La relación depende pues de tu acción o de tu carencia. Si hay un verdugo es porque previamente existía una víctima. Si uno no toma conciencia de que puede elegir y decide seguir viéndose como víctima, no aborda el problema de qué hay en sí mismo que genera esa situación.
Y esto es válido para los individuos y para los colectivos: la relación se crea por ambas partes y ambas son responsables de la calidad de esa relación. La parte que se cree víctima a menudo está sacando un beneficio neurótico del papel que ha adoptado -o incluso creado- para justificar su actitud casi siempre agresiva, pues hay pocas cosas más agresivas que las víctimas. El victimismo es una excusa de oro para atacar a los demás.
Cuando uno estudia sinastrías, por lo tanto, no debe empezar por «el otro», sino por el individuo, porque ese individuo ya se encargará de buscar a otros con los que él vaya a interactuar según su propia naturaleza. De hecho, cuando una persona habla siempre muy mal de su pareja, es una pésima señal.
En este artículo me interesan sobre todo los «enemigos», incluso los enemigos que uno no conocía, porque la suprema ironía es que también formaban parte de nosotros. Miremos unos temas famosos:
Primero John Kennedy:
Los enemigos y la pareja (ironías de la astrología…) son la VII. La casa VII de Kennedy está regida por Marte, exiliado en Tauro en la VIII (muerte) y cuadrado con Urano. Recordemos que el regente de la casa A en la casa B indica que A es la causa de B. En este caso: el otro (Marte rige la VII) es causa de la muerte (Marte está en VIII).
Abajo el tema de Oswald: los puntos conflictivos son la cuadratura Marte-Mercurio/Venus, y la oposición Saturno-Sol, angular en X. También observamos que el regente de I es la Luna exiliada en VII.
Miremos ahora la sinastría entre ellos. Hay conexión entre ambos Martes: están cuadrados, pero, sobre todo, la oposición Sol-Saturno en X (lo que se hace público) de Oswald caía sobre el eje I-VII (el Yo y los enemigos) de Kennedy. Cuando Oswald mató a Kennedy, su MC progresado en primarias estaba sobre Saturno.
Otros «enemigos» que no se conocían y que, sin embargo, fueron la persona más importante el uno para el otro, son Lennon y Chapman.
El tema de Lennon: En su VII (los otros) está Mercurio en Escorpio, en sextil a Venus regente de VII.
El tema de Chapman: ascendente Escorpio, con Mercurio en VII en sextil a Venus. También tiene una oposición Sol-Saturno rondando el eje I-VII
La sinastría entre ambos:
Tiene varios puntos interesantes:
-El eje Sol-Saturno de Chapman queda en el eje I-VII (el yo y los enemigos) de Lennon, sobre su Júpiter-Saturno en I.
-La Luna de Chapman (popularidad) sobre la X de Lennon (lo que se hace público): lo mató para que se hablara de él.
-Venus regente de VII de Chapman (los enemigos) sobre el ascendente (el yo) de Lennon.
Realmente, eran dos personas predestinadas a encontrarse.
Pero éstos son gente que no se conocía, así que al menos uno de los dos (el que murió a manos del otro), no pudo elegir.
¿Invalida esto lo que decíamos al principio, el que el otro eres tú? No, en absoluto, porque si un «otro» que no conoces está en tu carta, mucho más lo está el enemigo que sí conoces y que has buscado consciente o inconscientemente.
Vamos a ver ahora para comprobarlo a dos personas que sí se conocieron y buscaron, dos ex presidentes franceses. El uno (Chirac) buscó al otro (Sarkozy) como ministro, pero el enfrentamiento llegó a tal punto que acabó intentando hundir su carrera. Incluso se piensa que participó de una conspiración contra él.
Sarkozy: Tiene una VII (los otros, los enemigos) muy impactante, con la Luna-Marte allí, en Aries. Y el regente de la VII es Júpiter.
Chirac (un jupiterino, por tener el Sol en Sagitario): Mercurio en la VII (Sarkozy es de ascendente Virgo) en cuadratura a Júpiter, y la cuadratura Sol-Marte aspectando el eje I-VII. Su enemigo sería una persona mercurial (Mercurio de Chirac en VII) y con un eje I-VII muy competitivo (Marte de Chirac aspectando al eje y Marte de Sarkozy en el eje). Ambos son personas competitivas, porque tienen a ese Marte implicado en el eje I-VII.
La sinastría entre ambos:
Se puede ver cómo la cuadratura Mercurio-Júpiter de Chirac, que describía su VII, implica por signo (aunque no por aspecto) al ascendente de Sarkozy. También hay una relación de poder: el MC de Chirac (y su Saturno) sobre el Sol de Sarkozy. No de balde lo nombró ministro y luego trató de hundirlo. Ver artículo.
Sus Lunas en cuadratura y el carácter competitivo de los dos (Marte determinado al eje I-VII) los llevó a esa guerra sin cuartel. Siendo del mismo partido, el conservador, Chirac llegó hasta el punto de votar al rival del otro, un socialista.
Conclusión:
La vida es como una coreografía en la que nos cruzamos con unas personas e intercambiamos unos pases de baile con ellas, pero no con cualquier persona. De algún modo sólo nos encontramos con quien nos teníamos que encontrar, y el otro cumplirá en nuestra vida el papel que le tocaba cumplir.
Algunas de estas personas nos vienen de fuera, como hemos visto en el caso de Lennon y Kennedy, pero aún así resuenan en nosotros.
Otras nos las buscamos nosotros mismos y entramos en un complicado juego de relaciones que hemos generado al 50%. Nadie que no se te parezca puede llegar a ti, y lo que te ocurre con los demás siempre te incumbe en parte. Somos como Montaigne, que amaba a su amigo porque él era lo que era y el otro también era como era, así que no sirve de nada buscar culpables externos. El victimismo es el peor cáncer que hay en el mundo.
Por eso la mejor manera de vivir es asumirse uno como es, y asumir también la responsabilidad de sus actos y decisiones, como raíz de los hechos. Porque el 50% de responsabilidad del otro no depende de nosotros, pero nuestro 50% sí está en nuestras manos y esa es la parte de elección que nos incumbe.
Y, si se tiene un enemigo, dejarlo ir. A quien no se quisiera tener como amigo es mejor no tenerlo tampoco como enemigo, pues no hay cadena más pesada que identificarse y engancharse a la parte más oscura de ti mismo, que es lo que representa el otro a fin de cuentas.
Cnals, a 12 de septiembre de 2018
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