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El Universo eléctrico (Mª Fernanda Canal)

El Universo eléctrico (Mª Fernanda Canal)

 

We are star stuff contemplating the stars«.

Carl Sagan

 

“Somos polvo de estrellas contemplando las estrellas”. Al parecer, Carl Sagan no estaba muy equivocado al afirmar que “el cosmos está también dentro de nosotros; estamos hechos de la misma sustancia que las estrellas”.

El Sol, en lugar de ser un horno termonuclear, aislado, que transforma en cada segundo millones de toneladas de hidrógeno en millones de toneladas de helio, es un dinamo eléctrico, energizado por las corrientes galácticas de Birkeland y conectado a través de esta red de electricidad a todas las demás estrellas eléctricas del universo. Esta es la concepción del Sol según la nueva teoría cosmológica, el modelo del Universo eléctrico, que desde hace unas décadas se está imponiendo dentro de la comunidad científica y que da un vuelco a la visión del origen del cosmos establecido desde los tiempos de Copérnico y Galileo. Durante 300 años se ha considerado a la gravedad como la fuerza dominante en el universo. De acuerdo con esta nueva visión, no hubo Big Bang, no hay agujeros negros, materia oscura, energía oscura, no hay principio ni fin. El universo es un modelo fijo, sin principio ni fin.

Gracias a las investigaciones pioneras de Christian Birkeland (Noruega, 1876-1917), Irving Langmuir (Estados Unidos, 1881-1957, Premio Nobel 1932) y Hannes Alfvén (Suecia, 1908-1995, Premio Nobel 1970), y en la actualidad a los trabajos y publicaciones de muchísimos científicos, pero en especial de Anthony Peratt, Donald Scott, David Talbott y Wallace Thornhill sabemos que el espacio no está vacío sino lleno de plasma, y que las corrientes de Birkeland pueden generar, por ejemplo, galaxias.

     

La corriente de Birkeband (izquierda) es una corriente eléctrica en un espacio de plasma que posee una estructura magnética en filamentos, similar a una “soga retorcida”. Recuerda la forma del caduceo griego (en medio) o de la estructura del ADN representada con una doble hélice (derecha).

 

QUÉ ES EL PLASMA

Este nuevo enfoque del cosmos se deriva del concepto del plasma. No nos referimos a la sangre sino al plasma eléctrico. El llamado cuarto estado de la materia, el que más abunda en el universo, el estado en el que se encuentra el 99% de toda la materia conocida. El plasma se puede obtener calentando un gas a tal temperatura que los átomos se ionicen, es decir, que «pierdan» los electrones exteriores los cuales quedan libres, no ligados a ningún átomo o molécula. Es un estado similar al gas, “pero en el que determinada proporción de sus partículas están cargadas eléctricamente y no poseen equilibrio electromagnético” (Wikipedia). Esto hace que, a diferencia de los gases sin ionizar, el plasma sea un excelente conductor eléctrico, capaz de emitir luz, que en presencia de campos eléctricos y magnéticos pueda comportarse de un modo colectivo, como si fuera un “fluido” y que tenga una “alta reactividad química”, incluso a baja temperatura, lo que explica ciertas reacciones en el espacio intergaláctico.

Lámpara de plasma. Fuente: De I, Luc Viatour, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=160805

 

La mayor parte de la materia en el universo visible se encuentra en estado de plasma: el Sol y todas las estrellas, al igual que el espacio entre ellas, las nebulosas intergalácticas, los rayos en una tormenta, la aurora boreal y la austral, el viento solar, la ionosfera, el interior de un tubo fluorescente…

La Tierra, así como casi todos los planetas del sistema solar (excepto Marte y Venus) tiene una «envoltura» de plasma, una envoltura de doble capa, conocida como la magnetosfera, que la protege de la radiación solar, del viento solar y demás rayos cósmicos, desviando las partículas cargadas hacia los polos magnéticos, lo que causa las auroras australes y boreales. Sin esta capa probablemente no habría vida en la Tierra.

 

Filamentos eléctricos en la Nebulosa del Velo (Constelación del Cisne). Crédito: Hubble, NASA

 

BIOPLASMA

¿Tenemos nosotros también una «capa» protectora de plasma alrededor de nuestro cuerpo parecida a la magnetosfera de la Tierra? ¿Estamos de alguna manera interrelacionados con el plasma? ¿El campo energético que rodea nuestro cuerpo tiene algo que ver con el plasma? ¿Podemos hablar de un bioplasma?

Lo que hoy ya es innegable es que nuestro cuerpo también está lleno de electricidad. El colágeno (la proteína que está presente en la piel, los ligamentos, los tendones, los huesos, los cartílagos, los vasos sanguíneos y otros tejidos conectivos) es un excelente conductor eléctrico al igual que los huesos, nuestra sangre tiene carga eléctrica, nuestro corazón es un excelente oscilador eléctrico, nuestras ondas cerebrales son frecuencias eléctricas…

Barbara Brennan, quien trabajó como investigadora de la NASA antes de convertirse en una de las terapeutas bioenergética más reconocidas a nivel mundial, fue una de las primeras en hablar de bioplasma. En su libro Manos que curan, hace un resumen de las investigaciones hasta finales del siglo XX relacionados con el campo energético humano (CEH). “… el CEH se compone de partículas y tiene un movimiento semejante al de un fluido, como las corrientes de aire o de agua. Estas partículas son diminutas, incluso subatómicas según algunos investigadores. Cuando dichas partículas ínfimas se desplazan juntas formando nubes, los físicos suelen denominarlas plasmas. (…) Muchas de las propiedades del CEH medidas en laboratorio sugieren un quinto estado de la materia, denominado “bioplasma” por algunos científicos”.

Llámese Qi, Ki, biocampo, energía sutil, biofotones, éter, campos de torsión (“torsión fields” del Dr. Wilhem Reich y posteriormente del Dr. Nikolai Kozyrev), lo cierto es que la ciencia empieza a ver lo que los místicos hace milenios que vienen afirmando: el universo es un conjunto de diferentes y complejas frecuencias, todo está interconectado. Somos partículas pero también ondas. En ese campo de energía sutil hay información, hay “mente” y conciencia.

 

Campo electromagnético del corazón

Ya se ha podido comprobar mediante magnetómetros extremadamente sensibles que el campo electromagnético producida por el corazón varía según las emociones. Ante emociones de frustración o ira, las frecuencia del ritmo cardiaco son caóticas y desordenadas. Cuando se trata de emociones como el amor, la compasión, las frecuencias son más ordenadas y coherentes. Investigaciones en Neurocardiología, como las realizadas en el instituto HeartMath (Rollin McCraty y otros), han podido comprobar que el campo eléctrico del corazón es el más poderoso y extenso del cuerpo humano. Comparado con el campo electromagnético producido por el cerebro, el componente eléctrico del corazón es 60 veces mayor en amplitud y penetra en cada célula del cuerpo. El componente magnético es aproximadamente 5000 veces más fuerte que el campo magnético del cerebro y puede ser detectado a varios pies de distancia del cuerpo con magnetómetros sensibles.

“Muchos creen que la conciencia se origina únicamente en el cerebro. Recientes investigaciones científicas sugieren de hecho que la conciencia emerge del cerebro y del cuerpo actuando juntos. Una creciente evidencia sugiere que el corazón juega un papel particularmente significante en este proceso. Mucho más que una simple bomba, como alguna vez se creyó, el corazón es reconocido actualmente por los científicos como un sistema altamente complejo, con su propio y funcional “cerebro”. Investigaciones en el nuevo campo de la Neurocardiología muestran que el corazón es un órgano sensorial y un sofisticado centro para recibir y procesar información.” Dra. Rolling McCraty, El cerebro del corazón.

Estas mediciones han sido posibles gracias a aparatos de medición extremadamente sensibles como el SQUID (Dispositivos superconductores de interferencia quántica), usados para medir campos magnéticos extremadamente pequeños, los magnetómetros más sensibles que existen hoy.

No es el objetivo de este breve post reseñar todos los trabajos e investigaciones de cientos de científicos que han estado involucrados en aportar información sobre estos temas. Lo cierto es que todo lleva hacia la interrelación: estamos todos interconectados, no solo entre nosotros, los seres humanos, sino entre todo el universo, los demás seres vivientes, el espacio intergaláctico… “Lo que es arriba es abajo”.

 

Terapias vibracionales

Hoy más que nunca se abre una nueva perspectiva a las llamadas terapias vibracionales. Donde hay bloqueos en este campo sutil, biocampo, bioplasma, ki o cuerpo etéreo, como se quiera llamar, hay bloqueos en el cuerpo físico. Esto es algo que hoy en día ya está demostrado. Allí donde la energía no fluye es donde puede haber una patología a nivel físico. El cambio de enfoque cosmológico es una puerta de incalculable valor para entender y progresar en el entendimiento de la salud, de las emociones, de lo sutil, de las interrelaciones.

El trabajo con diapasones terapéuticos, por ejemplo, puede llegar a cambiar, fortalecer o desestabilizar el biocampo. El cuerpo es un conjunto de frecuencias dinámicas, cambiantes. Como dice Eileen Day McKusick, una de las más serias terapeutas de sonido actual (Tuning the Human Biofield): “Once we have crossed this bridge, into a world of waves and particles, instead of only particles, we have entered a domain where sound balancing makes sense. And we have crossed into a cosmology of interconnection, where we undestand that treating a vibrational imbalance in any one person helps treat the imbalances in humankind -and in a very small way, the entire cosmos.” (Una vez que hemos atravesado el puente, hacia un mundo de ondas y partículas, en lugar de solo partículas, entramos en un terreno en el que lograr el equilibrio a través del sonido adquiere sentido. Y hemos cruzado hacia una cosmología de interconexión, en la que entendemos que al tratar el desequilibrio vibracional en cualquier persona estamos ayudando a tratar el desequilibrio en el género humano –y de una manera muy pequeña, de todo el cosmos.” traducción libre)

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