06 Sep gobiernos autoritarios y ciudadanos despistados (P. Sanchis)
La última conjunción de Júpiter-Saturno fue en Acuario, con aspectos de Marte, Plutón y Urano. Estuve buscando conjunciones de Júpiter-Saturno parecidas y encontré una en 1226, cuando nació la inquisición. Y era menos mala que esta de ahora… O sea, que si alguien espera que la democracia progrese en el mundo, puede esperar sentado. Será exactamente al revés.
¿Qué nos dice pues la astrología? Que vamos a tener gobiernos cada vez más autoritarios y represivos, sean de un signo u otro. Mayor control estatal también y un regreso del estado, esto está claro. Un detalle sobre cómo funcionan las cosas ya en estos momentos. Desde la invasión de Ucrania, aunque no estamos oficialmente en guerra contra Rusia, se ha bloqueado toda su prensa y blogs. Hemos arrestado en España a un bloguero ucraniano por ser demasiado pro-ruso (ver artículo) y en el Reino Unido se congeló las cuentas de un periodista por publicar información favorable a Rusia (Ver artículo). Sinceramente, en sus tiempos miré alguna vez RT, pocas, y lo dejé porque me parecieron todos un hatajo de fachorros. Tampoco he mirado mucho Sputnik, porque hacían afirmaciones muy cuestionables. Pero me gusta elegir por mí misma, sin un Gran Hermano que decida por mí. Hace poco buscaba en internet información sobre un baptisterio bizantino en Túnez, en Sbeitla, y me salió un cartel que decía algo así como «país prohibido». ¡Por Dios! ¡Era un baptisterio bizantino! Me cabreé mucho, la verdad, y le menté todos los antepasados a la excelsa Ursula von der Leyen, una señora a la que no he votado y que está tomando decisiones inadmisibles.
¿Cómo reacciona la gente a esos atropellos contra su libertad? Pues discutiendo de todo menos de lo que importa.
Esto me recuerda un cuento de Pere Calders. Un gobierno decidió obligar a sus ciudadanos a llevar un aro en la nariz, estipulando de qué tipo de metal tenía que ser obligatoriamente ese aro. Se armaba un San Quintín, y la gente protestaba… porque no les dejaban elegir el tipo de metal. Al final, después de una quasi insurrección, se salían con la suya y conseguían poder elegir el metal. El cuento terminaba con el tío del narrador satisfecho de su victoria y diciendo muy exaltado, mientras el aro de la nariz le temblaba: «Porque con nosotros no se juega». Obviamente, el buen hombre no había caído en el detalle de que el problema era la obligación de llevar un aro en la nariz, no el tipo de metal del que estuviera hecho.
Hace poco, estaba viendo una serie muy gamberra (The boys) que me gusta mucho por lo irreverente. En una de las escenas los personas estaban en un parque de atracciones de una gran compañía, Vought (un alter ego de la Disney), compañía con un poder enorme sobre los gobiernos. En ese parque todo era «guay». Había hot dogs veganos, banderitas arco iris, muchas cosas LGTBI, etc. Y tuve una «revelación»: al sistema no le importan esas cosas (como si te quieres casar con un perro), mientras te distraigas en ellas. Todas esas guerras culturales tan en boga son cortinas de humo. No es que no sean importantes, es que nos han hecho creer que son lo ÚNICO importante. Y ya no miramos más allá. Hay que defender los derechos sociales, pero sin olvidar los económicos y políticos, de los que ya no se habla casi.
En este país hemos tenido un escándalo periodístico hace poco, el de un director de la cadena supuestamente de izquierdas. Se descubrió por unos audios que el «buen» hombre contribuía a difundir a sabiendas informaciones falsas y dañinas contra políticos de izquierda, precisamente la ideología que decía favorecer, aliándose para ello con los personajes más sombríos de este país. Y con ello manipulaba el resultado de las elecciones en nuestro país. ¿Grave, no?
Pues este mismo «buen » hombre, nos tuvo un verano entero dándonos la lata por un autobús financiado por un grupo de extrema derecha que llevaba un mensaje pintado: «Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen. Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer seguirá siéndolo». A mí, la verdad, el mensaje me importa un comino y no me molesta en absoluto. Es su opinión y tienen derecho a decirla. Es evidente que es una opinión poco matizada, pero no estoy a favor de censurar las opiniones de los demás en el espacio público, que es de todos (otra cosa es tu espacio privado, como tu casa o tus redes sociales, donde nadie tiene derecho a imponerte su opinión). Tuvimos derecho durante tres meses a encendidos debates DIARIOS sobre el tema, debates que ya me daban náuseas. Conozco gente que en las redes andaba toda soliviantada por ese «abominable» autobús «traumatizador de niños» y que publicaba sin parar sobre el tema. ¡Dios! ¡Qué harta llegué a estar del tema! Si piensan esto, que lo piensen, y si un niño se traumatiza por ello, es que tiene un problema y necesita aprender a gestionar sus emociones. La vida no es de color de rosa y los demás son propensos a tocarnos las narices.
Lo paradigmático del caso es que por un lado ese mismo periodista publicaba información falsa a sabiendas y manipulaba así las elecciones en este país, y por el otro nos obnubilaba con guerras culturales llevadas al extremo, como la de ese autobús. ¿No era más grave que él manipulara la política del país que la dichosa frasecita del autobús? ¿Por qué no nos hace ahora, durante tres meses, debates sobre la manipulación política en la prensa y sobre el hecho de que cuanto más honrado es un político más inventan mentiras?
¿Por qué? Pues porque mientras hablamos del autobús de Hazte Oír no hablamos de lo que de verdad importa: el dinero y el poder, y su desigual reparto. La gran compañía Vought de la serie no tenía problemas con los tacos veganos ni con las banderitas de arco iris, mientras pudiera dominar y controlar el poder de verdad. Y lo mismo hacía nuestro periodista español.
Cabe pensar pues que hay guerras culturales necesarias, pero que las está usando contra las verdaderas necesidades políticas. Mirad este caso: un centro de planning familiar en Francia publica un cartel sobre que los hombres también pueden estar embarazados (sí, has leído bien), algunos partidos saltan y la prensa publica artículos tachando de extrema derecha a los críticos con ese cartel. A ver, yo no soy de extrema derecha y el cartel me parece fuera de lugar. Pero lo que no soporto en absoluto es que con artículos así me manipulen y me traten como a los personajes del cuento del vestido del duque: «si no piensas como te decimos, eres de extrema derecha». Nos están marcando un decálogo que no hemos decidido, y nos hacen creer que nuestra opción de modelo de sociedad se reduce a unas guerras culturales sobre temas muy minoritarios (¿De verdad que en Francia hay muchos «hombres» que se quedan embarazados al año en contra de su voluntad, cosa que es el objeto de un planning familiar, tratar de reducir los embarazos no deseados?).
Creo que ser de izquierda es algo más que esto, y que el sistema colabora muy gustosamente para hacernos perder el norte sobre temas más generales y más de fondo. Pasa lo mismo que en el parque de Vought de la serie: ¿Eres vegano? ¡Pues tacos veganos? ¿Eres LGTBI? ¡Pues banderitas de arco iris! Derrocha tus energías con esos temas y no se te ocurra poner en riesgo el sistema económico ni cuestionar las cuotas de poder.
Y lo mismo ocurre con otra tendencia: la de la búsqueda de la autorrealización. Leí el otro día un artículo muy interesante sobre el tema. Ver artículo.
En ese artículo se planteaba que todas las doctrinas new age tan de moda y que han calado tanto en la sociedad solían partir de una desconfianza muy grande hacia la política (que no es bastante espiritual) e incitaban a las personas a centrarse sobre su YO para mejorar su vida. Fomentan el a-politicismo.
Está bien tratar de crecer y de desarrollarse, pero, ¿por qué se tiene que hacer dando la espalda a la política? ¿Acaso podrás crecer mucho si tienes un cáncer y no hay sanidad pública para tratarte? ¿Y si no hay educación pública y tienes que buscarte un segundo trabajo para pagar la escuela de tus hijos?
Yo creo que el siguiente paso va a ser legalizar las drogas y así, entre libros de autocrecimiento, guerras culturales para los que son un poco combativos y un chute de maría de vez en cuando, nos tendrán tranquilos y contentos… y pobre, y sometidos. Nos harán programas de televisión dirigidos por periodistas supuestamente de izquierdas que harán de prestidigitador, mareándonos con temas culturales que crean confrontación (la cuestión es que tiene que haber un poco de tensión, para que creas que estás luchando por algo muy trascendental), mientras participan de falsas campañas de desprestigio, a sabiendas, contra aquellos que sí hablan de temas políticos que podrían suponer un peligro para el sistema. Las guerras culturales y la autorrealización se han convertido en nuestro pan y circo.
Modificación del 24/XI de 2023
Mirad el tema de la última conjunción de Júpiter-Saturno para Alemania, ese temible Marte en VII (guerras), y esa conjunción tan mal aspectada en IV (nacionalismos)
¡Joder, chicos! O espabilamos o la que nos viene va a ser de aúpa mientras cantamos y bailamos en cursillos de autorrealización, o peleamos en guerras culturales que no son lo único que nos debiera de ocupar. Decía el personaje de Vargas Losa: «¿En qué momento te fregaste, Zabalita?» ¿En qué momento nos fregamos todos y dejamos que nos hicieran mirar en otra dirección mientras nos vaciaban los bolsillos y nos quitaban derechos? ¿En qué momento creímos los de derecha e izquierda que la política es única y exclusivamente discutir por un cartel de planning familiar?
Tendríamos que mirar bien este tema de abajo y recordar que todo aquello por lo que estamos peleando ahora son cortinas de humo ampliadas por los medios de comunicación, pero que la realidad va a ser unos sistemas de gobierno cada vez más injustos y coercitivos
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Martin-Hebron
Posted at 12:45h, 13 septiembrePan y circo es lo que van a recibir las clases bajas de la sociedad segun el economista Nino Becerra. Y marihuana, dice tambien.