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La Luna y el alma sensitiva (P. Sanchis)

La Luna y el alma sensitiva (P. Sanchis)

Vamos a repasar en este artículo cuál es el verdadero papel de la Luna en la astrología clásica, y cómo se ha de entender ese símbolo en el conjunto de la carta.

Este papel de la Luna hoy en día está muy tergiversado. Una de las características de la astrología “new age” ha sido la confusión de los símbolos, muchas veces por falta de comprensión del modelo teórico del que proceden.  A veces uno lee por internet cosas que le ponen los pelos de punta.  La lista de despropósitos sería larga, pero esta vez nos toca intentar aclarar las ideas erróneas que tienen que ver con la Luna.  Vamos a situarnos un poco:

La Luna y la adaptación de la energía

Si usted mira el cielo una noche de tormenta verá que a veces se producen rayos.  Los rayos son una descarga de energía brutal, pero no le van a servir para encender la bombilla de su casa.  Porque una cosa es la  energía y otra muy distinta el poder usar dicha energía.  Para encender una bombilla, hace falta canalizar la producción de energía eléctrica y tener un transformador.

Esto tan sencillo es una metáfora (insisto “metáfora”) de los dos principios básicos de la astrología: hay una energía y un “transformador”.  Y si no tienes el segundo, la bombilla no se va a encender.  Al uno los astrólogos lo llaman “sol” y al otro “luna”, y les atribuyen respectivamente las cualidades de calor y de humedad (con un significado astrológico muy específico que va más allá de lo que el profano entiende por “calor” y “humedad”).

Y no estoy hablando evidentemente del astro rey ni de nuestro satélite.  Cuando el astrólogo piensa “Sol”, alude con esa palabra a la energía primera, la fuerza motriz del universo, la gran emanación de energía que contiene en sí todo lo que va a ser y que va dar origen a lo existente.  Y cuando dice “luna” está hablando del proceso de transformación para adaptar esa energía y que se “encienda la bombilla” , es decir, que el mundo exista.

Conclusión, para los astrólogos la vida existe porque hay dos principios que la hacen posible:

-Una energía creadora, que simbólicamente se denomina “Sol” o “calor”.

-Un proceso de adaptación y transformación de esa energía para convertirla en algo que se pueda expresar en el mundo de la materia, y esto simbólicamente se llama “Luna” o “humedad”.

Vivimos en un mundo “sublunar” según la expresión tradicional de la astrología antigua, porque todo aquello que existe no es más que una forma adaptada de la luz primera y existe gracias a esa adaptación.

Hace años, cuando aún era una neófita, asistí a un debate de astrólogos en el que oí frases del tipo: “Yo soy MI Sol, el HÉROE”, “la Luna CASTRADORA”.  No sabía prácticamente nada de astrología, pero ese discurso me horrorizó y se me quedó muy grabado.  Había algo que no encajaba en esa forma de demonizar a uno de los dos luminares.  Hoy en día lo tengo claro: Olvídense de todas aquellas historias del “viaje del héroe” y demás interpretaciones de ese tipo.  Sin ese principio simbólico llamado Luna, astrológicamente no existiría el mundo, pues la energía nunca se habría podido plasmar en algo.

La Luna como alma sensitiva

Una vez tenemos claro cuál es el papel de la Luna en el sistema, vamos a pasar a su función en la carta concreta del individuo.

El mundo, como hemos visto, según el modelo astrológico es una expresión de la luz (calor) transformada y adaptada (humedad).  Incluso las piedras.  Pero, evidentemente, también observamos que en nuestro mundo hay cosas in-anima-das y seres anima-dos.

“Anima” en latín tiene el mismo origen que “anemos” en griego (viento) y se refiere al soplo vital. La palabra ha evolucionado fonéticamente a “alma”, pero en su origen no tiene el mismo significado que se le da hoy, simplemente alude a lo que diferencia los seres que tienen vida de las cosas que carecen de ella.

Pero, si examinamos esos seres anima-dos (es decir, con alma en el sentido de “soplo vital”) veremos que dicho soplo vital no se manifiesta igual en un helecho, una ameba o un elefante.  Por eso el concepto de “alma” (común  a todos los seres vivos) se subdividió en tres niveles:

-El alma vegetativa: Todos los seres vivos tienen un organismo físico capaz de alimentarse, crecer y multiplicarse, dando origen a otro ser de la misma especie.  Esto es común a todas las formas de vida.

-El alma sensitiva: hay seres vivos que tienen además capacidad sensorial.  Sienten calor, frío, alegría o dolor.  Se alegran,  se entristecen.  El alma sensitiva la tienen los animales. No reacciona igual ante el afecto un gato que un helecho.

-El alma racional: Los animales más elevados en la escala evolutiva tienen también la capacidad de analizar y discriminar, de pensar y elaborar estrategias.  Un escarabajo es un ser vivo, y tiene una percepción sensitiva del mundo exterior, pero no parece tener la misma habilidad para pensar, relacionarse y elaborar estrategias que tiene un delfín, un elefante o un ser humano.

Los neoplatónicos usaban la metáfora del fuego para explicar estos diferentes niveles de aproximación a la luz primigenia: imaginemos un fuego que fuera el origen de todos los bienes.  Ese fuego produce el calor, aunque el calor no es el fuego, sino una emanación de él sin ser él.  Dicho calor se expande, pero cuanto más lejos se está, menos se participa de él.  La distancia de la fuente del calor equivale a un nivel de desarrollo:

-La materia inerte, modelada por la luz pero sin percepción de ella, sería el peldaño más bajo y alejado del fuego.  Los objetos in-animados.   No hay que olvidar sin embargo que también es luz modelada y es por ello una manifestación del nous.

-La materia animada pero carente de sensibilidad (plantas), la que sólo tiene alma vegetativa, estaría ya un poco más cerca de ese fuego metafórico, aunque sin posibilidad de ser consciente de él.

-La materia animada y sensible (animales), con alma sensitiva, se encontraría en un nivel más próximo a la fuente del calor.

-La materia animada y capaz de pensar (animales superiores), la que tiene alma racional, sería la más cercana a la fuente de la luz y participaría en mayor o menor grado de dicha luz (inteligencia universal) con todo lo que eso supone. Es la que está conectada con dicha inteligencia universal.

Bien, pues, en astrología la Luna es el alma sensitiva, aquello que nos pone en contacto con el exterior.

Qué es exactamente el alma sensitiva

La luna (el alma sensitiva) nos conecta con el mundo exterior, como acabamos de decir, nos hace “sentirlo” e indica nuestra capacidad de percibir ese mundo exterior de una forma global y no analítica.  Es la percepción sensorial espontánea, y un almacén de esas percepciones (la memoria).

Cuando hablamos de “percepción sensorial”, no nos referimos concretamente a la vista, el oído, el tacto, etc., sino a la capacidad de percibir las cosas gracias a todos estos sentidos a la vez.  Cuando uno entra en una habitación, por ejemplo, recibe de golpe un conjunto de sensaciones: la imagen, el olor, el sonido, la brisa, etc.  Y las almacena juntas en su memoria.  Por eso hay veces en que un olor nos suscita añoranza, o una sensación de felicidad.  O una canción.  O una imagen.  Si tu padre y tu madre eran pasteleros y, cuando llegabas a casa, te acogían con un gran beso, en tu cerebro el perfume de los cruasanes en el horno se asociará para siempre con la sensación de afecto y seguridad. Si cuando ibas  a una nueva escuela los niños te pegaban y te acorralaban con sus burlas, el sonido de voces infantiles te producirá una incomodidad constante durante el resto de tu vida.

Hay que insistir en este hecho de que la capacidad sensitiva representada por la Luna en una carta no es discriminativa.  Si, cuando entras en la habitación, te fijas en la mesa que hay al fondo, esto ya no es la Luna, es Mercurio.  Porque Mercurio analiza y compartimenta, así que es el que te hace tomar consciencia de que esa mancha marrón en realidad tiene cuatro patas y es una mesa.  Para la Luna no había ni siquiera una mancha marrón diferenciada del resto de la imagen.  Es más, no había tampoco una imagen separada del ruido, o del olor, o del calor, o del frío.  Era todo a la vez.

Por lo tanto, la Luna es nuestro contacto con el exterior y de ese contacto derivarán las emociones en última instancia, pero porque nuestras emociones no dependen del mundo tal cual es, sino tal cual lo percibimos.  Es una falacia absoluta pensar que vemos la realidad.  Nunca sabemos cómo son las cosas, sino solamente cómo las captamos nosotros a través del filtro que es nuestra Luna.

La Luna representa las emociones, pero sólo como consecuencia de nuestra forma de captar lo que hay fuera de nosotros.  Es el cristal con el que vemos el mundo antes de pensar y de ella depende que nuestra percepción del exterior sea correcta o no, y la cualidad de esa percepción.  Una Luna/Marte, por ejemplo, capta el entorno como un campo de batalla, con una movilización constante.  Sí o sí, se va a sentir agredida.  Una Luna/Venus en cambio se mueve con la sensación de que el exterior es un lugar amistoso.

No deja de ser interesante también ver a las masas de gente según este prisma.  En astrología clásica se atribuye “el pueblo” a la Luna, y esa palabra “pueblo” hay que entenderla como un colectivo de una misma especie (la humana en ese caso) funcionando de forma sensitiva, con una percepción del mundo no razonada, sino absolutamente condicionada por su propia naturaleza.  Siempre se ha dicho que las masas populares no son lógicas, y, en efecto, porque la Luna es un filtro que da su propio color a toda la información que pasa a través de él.  Las grandes manifestaciones populares muestran pues cómo es la gente que se manifiesta como masa y  a menudo se convierten en una demostración pública de su distorsión cognitiva.

Así pues, aparte de las analogías posteriores que pueda tener la Luna (la madre, el color blanco, las mujeres, la popularidad, etc.), hay que entenderla como uno de los dos ejes más importante del sistema astrológico en general (lo húmedo como capacidad de plasmación en el mundo de la energía primera) y probablemente como el planeta más importante de un tema natal (la conexión primera e instintiva con el mundo exterior).

Sin la Luna astrológicamente hablando, ni existiría el mundo, ni tendrías ningún contacto con él.

¿Y yo qué hago?

Invariablemente, cada uno estará pensando en su propia Luna, y si está mal determinada le entrarán sudores fríos.

Si tu Luna está mal, tu percepción global de la realidad está sesgada.  No funciona bien.  Os lo dice una persona con una Luna cuadrada con Saturno incapaz de reconocer los rostros por la calle y que se pierde en cada esquina.  Para superar una Luna en mal estado está la tercera parte, el alma racional.  Porque la Luna capta, pero luego interviene la lógica que analiza, compara, evalúa y discrimina.  Y rectifica. Por eso algunos nos fiamos más de lo que razonamos que de aquello que captan nuestros sentidos.

Cada persona tiene que buscar su punto de equilibrio sabiendo si ha de fiarse más de lo que siente, o de lo que piensa, conocer su punto fuerte y usarlo para compensar su punto débil.

 Canals, a 18 de junio de 2018

1 Comment
  • juan carlos
    Posted at 12:45h, 26 junio Responder

    podra parecer una aclaracion muy basica,, pero es muy necesaria. gracias

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