22 Nov Los destinos enlazados (P. Sanchis)
Un tema que surge a menudo es si esto o aquello nos sucede por culpa o por causa de otro. O si alguien puede sufrir algún hecho nefasto sólo por estar con nosotros. Como la persona viuda varias veces que se siente culpable y piensa que es una maldición suya.
Tomemos el caso de una pareja real: el uno tenía una carta astral que anunciaba una experiencia sentimental maravillosa. Lo mejor de lo mejor. La otra persona tenía en su carta la determinación de pérdida y de un dolor muy muy grande. Se amaron y fueron felices, pero el primero murió a los pocos años de relación y esa muerte casi aniquila al segundo. Si no se hubieran conocido, ni el primero habría conocido la alegría ni el segundo se habría roto hasta casi caer.
A veces piensas que el precio de la felicidad del uno fue el dolor del otro, pero no es así: fue un regalo mutuo que se hicieron. El amor es la ley más importante del universo.
Esto es un tema que ha ocupado a los astrólogos desde hace siglos. Y por ello creo que conviene repasar lo que decía Morín en el libro XXI (capítulo 14). Voy a citar unos pasajes de esa obra de la edición de Gracentro, que es la que hice en 2002 y la que me resulta más cercana por ese motivo:
«Lucio Bellanti (en su Quaest. 19, art. 1, contra Pico de la Mirandola) opinó que las cartas de los padres, al ser anteriores, son como una causa universal respecto a las cartas de sus hijos, ya que éstas son posteriores. Y por eso aquéllas están determinada e influidas por la fuerza de éstas en cuanto se refiera a los accidentes que sucedan [a los padres] después del nacimiento [de los hijos].» «Y dice que conoció a un noble varón que tenía la Casa de los hijos mal dispuesta, y cuyos hijos perecieron todos de muerte violenta. […] »
El tema que planteaba Lucio Bellanti es pues que la carta del padre determinaba en su opinión la de los hijos por ser anterior. Es decir: si el padre tuviera indicios de pérdida de hijos, éstos moriríann. Si los tuviera de éxito de los mismos, triunfarían.
Pero Morín no está de acuerdo y lo expresa en este pasaje:
«Los hijos del padre citado antes perecieron de muerte violenta, no sólo porque eso estaba indicado en la carta del padre, sino que había también en cada una de las cartas de los hijos una propensión a una muerte violenta, y ese significado quedaba confirmado por la concordancia de una y otra parte. Y por eso, en un ejemplo similar, un nativo sobrevivirá a su esposa no sólo porque esto esté indicado en la carta del nativo, sino también en la de su esposa, o, al menos, la comparación de una y otra carta deja clara que ella va a morir antes que su marido. Y el mismo razonamiento es aplicable a los otros accidentes entre diversas personas.»
Es decir, su razonamiento es que ninguna carta individual condiciona a las demás, sino que tienen concordancia entre ellas. Sigue explicando esto:
«Pero es admirable la divina providencia que, de una forma incomprensiblemente misteriosa para nosotros, pone en contacto de este modo los nacidos que están en sintonía para que se produzcan unos efectos comunes, o permite que ellos entablen ese contacto, de tal modo que al nativo al que le toca ser despedazado por sus enemigos no le falte su asesino, como ya hemos dicho en otro sitio, ni al que va a tener un matrimonio desgraciado una esposa capaz de darle tal infortunio.»
De todo ello se pueden extraer por lo tanto varias conclusiones:
1-Nadie puede determinar a otro por su carta. Ni el hijo puede determinar la muerte del padre ni el padre la de los hijos.
2-Eso significa que, cuando un astrólogo hace una relocalización de su RS para evitar o potenciar un hecho, nunca podrá evitarlo o potenciarlo si ese hecho afecta a otros. Porque los demás tienen su propio destino. ¿Serviría de algo cambiar tu lugar de RS para conseguir un ascenso, por ejemplo? No, porque si te tocaba a ti, te tocaba a ti. Y si otra persona tenía en su destino que ocupar esa plaza, no puedes cambiar su vida. No está entre tus atribuciones.
3-Cambiar el destino es pues prácticamente imposible (o sin el prácticamente), pues todos los hechos de tu vida están enlazados con los de los demás. De niña pensaba en lo maravilloso que sería que se me apareciera un genio de la lámpara que me diera a ganar un gran premio. Pero una duda me corroía: ¿Qué pasaría entonces con la persona a quien le tocaba ese premio? Pues ahora lo tengo claro: dicha persona lo ganaría. Porque estaría en su destino y ningún genio lo puede cambiar.
Y, de hecho, esto no es sólo una idea astrológica. ¿De quién creéis que es la frase: «Todo está determinado, tanto el principio como el fin, por fuerzas sobre las cuales no tenemos ningún control. Está determinado para los insectos así como para las estrellas. Seres humanos, vegetales, o polvo cósmico, todos bailamos al son de una tonada misteriosa entonada en la distancia por un intérprete invisible»
Pues es de Einstein. En su opinión, cada cosa es consecuencia exacta de una suma de factores, aunque son tantos esos factores que no podemos conocerlos todos. Pero si fuéramos capaces de identificarlos, veríamos que conducían inexorablemente al hecho final. Es como una telaraña: todo depende de todo, así que cualquier intento de cambio choca con la fuerza del conjunto.
Y tampoco está claro que una persona tenga la capacidad de desear otra cosa que aquello que le incumbe hacer. Decía Shopenhauer (según «San Internet»): «Un hombre puede hacer lo que desee pero no puede desear lo que quiera«. El problema no es exterior: nuestra propia mente no es libre de elegir qué desea. Y es ella la que nos lleva inexorablemente en una u otra dirección, creando los hechos acordes a nuestros estado de espíritu.
4-Los acontecimientos que uno vive en relación a otros son una interacción: tú no vives tal o cual cosa porque ellos hayan hecho esto, ni esos mismos los experimentan porque tú hayas tomado tal o cual decisión. No es así: os cruzasteis en ese momento porque tú eres tú y él es él. Cada uno usó al otro para vivir su destino.
5-¿Elimina eso la responsabilidad individual? Para contestar a esa pregunta habría que tener claro si existe el individuo. Pudiera ser que no, y que sólo existiera un mismo ente viviendo experiencias diferentes a través de unos y otros. De todas formas, tenemos que vivir en este mundo y no podemos eliminar la responsabilidad.
6-¿Hay que tirar la toalla? El gran problema es que nuestro mayor «enemigo» no está agazapado en una esquina solitaria de la calle: está en nuestra cabeza. Actuamos y deseamos según nuestro patrón mental interno que no es modificable desde dicho patrón mental. Vivimos todos en una especie de Matrix en la que la mente selecciona y crea una realidad propia.
Quizás por eso el planeta de la libertad en astrología clásica es Saturno: porque ser libre es no estar condicionado por las necesidades que tu mente crea sin parar. Es el último de los planetas, el guardián del umbral, el que, como decía Morín, mira a todos los demás planetas con la vista puesta ya en la inmensidad del éter, con un pie aquí y el otro a punto de cruzar una frontera, la del desapego del mundo material.
7-¿Hay que desapegarse de todo para ser libre? Depende de lo que entiendas por desapego. El desapego no es pasar de todo y de todos, y encerrarse en una torre de indiferencia. Es no aferrarse. No impide el amor, porque, en realidad, el amor entendido como una fuerza de atracción entre todas las cosas del universo (desde las partículas a los planetas) es el que crea dicho universo.
Canals, a 22 de noviembre de 2017
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